La Fundación ANAR alerta por la moda de la autolesión y otras formas de violencia que repuntan entre los jóvenes

Se descuelga el teléfono. Y se escucha el silencio. Pasan muchos segundos hasta que un lamento infantil trasciende. Las llamadas son muy diferentes a las de otros servicios como el teléfono 016 para la violencia de género. Los adultos tienen ansia por contarlo. Los niños necesitan sus tiempos. No se arrancan en decir que padecen una situación de acoso escolar. Así que lo primero que se escucha al otro lado del hilo telefónico es solo silencio. Y el psicólogo que siempre está al aparato simplemente escucha.

Ese joven ha marcado desde algún rincón del país el 900 20 20 10, el teléfono de la Fundación ANAR (de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), que ayer abrió sus puertas a ABC. Para el grupo de profesionales que atienden esas llamadas -19 en una «plantilla mínima», entre psicólogos y asesores jurídicos-, palabras como «bullying» y «ciberbullying» aluden a agresiones cada vez más graves desde la puesta en marcha de este servicio de auxilio en 1994. Cuando arrancó el teléfono, estos términos anglosajones incorporados a nuestro lenguaje hacían alusión a insultos a un compañero de pupitre o novatadas y bromas de mal gusto, como colocar chinchetas en la silla de otro alumno. Hoy, sin embargo, son llamadas de niñas «a las que han bajado su ropa interior en un baño para grabarlas y las han obligado a masturbarse» y otras muchas soeces insoportables, incluso abusos sexuales. Más de mil niños y adolescentes (también padres) llaman y escriben cada día a los teléfonos y emails de ANAR para solicitar ayuda.

El acoso y sus formas

«Se viven situaciones muy dramáticas. Estamos hablando de que muchos de ellos, tras llamar, no han querido volver al colegio para no estar con el grupo que les ha hecho eso». Diana Díaz, subdirectora del teléfono, incide en que su equipo no quiere alarmar, pero sí asume que «lo que se oculta tras cada llamada es cada vez peor».

La versión sobre el acoso escolar que se da en este rincón de Madrid es que antes, en las aulas, «se hacía el vacío, se humillaba y castigaba a un compañero con que no formase parte del grupo, con consecuencias también fatales para el menor». Pero que hasta a ellos, profesionales avezados que han superado una excepcional criba de pruebas y habilidades, «las formas de acoso escolar que se dan a día de hoy sorprenden». Para mal.

«Las cosas que nos cuentan -prosigue Díaz- permiten deducir que la violencia es cada vez más grave: la que ejercen los chavales contra sí mismos, la que utilizan para gestionar emociones como la soledad a la que les someten sus padres y la frustración, y la violencia que reciben en casa. Los abusos sexuales han aumentado muchísimo entre menores y son cada vez más graves».

El relato oculto

«Pueden entrar llamadas en apariencia sencillas que luego no lo son tanto. Muchos niños telefonean diciendo que les ocurre algo casi anecdótico y, mediante la exploración psicológica, se descubren situaciones realmente crudas». En esta afirmación coinciden todos los orientadores consultados en las instalaciones centrales de ANAR.

No en vano, tanto la subdirectora del teléfono como la directora, la abogada Leticia Mata, no esconden su preocupación por la «crueldad» que se detecta. Puñetazos, amenazas contra la integridad de otra persona que llegan a ejecutarse, humillaciones sexuales gravísimas… No aportan más datos, porque las llamadas son confidenciales, anónimas, gratuitas y no dejan rastro en la factura. Nadie puede identificar al menor. Se trabaja en red con las autonomías, Ministerio de Justicia e Interior, Cuerpos de Seguridad, Fiscalía de Menores y todos los organismos de protección del menor, dice Mata.

La violencia se multiplicó por 2,3 en solo tres años (2012 y 2015) como primera causa de las llamadas en ANAR. Casi un 40% de ellas son por violencia de género y violencia intrafamiliar. Los especialistas que trabajan en esta fundación detectan sobre todo un preocupante control de los chicos hacia sus novias y el gran número de llamadas de menores a escondidas de sus padres. Esto explica que muchas de las llamadas se produzcan a altas horas de la madrugada y que el repunte de las mil llamadas diarias se dé por la tarde, cuando los chavales están solos en el hogar mientras expira la jornada laboral de sus progenitores.

Lo que Díaz y su equipo catalogan como «llamadas de intervención» son éstas, las de máxima gravedad, tras las cuales los psicólogos se reúnen en una especie de gabinete de crisis para hablar entre ellos, porque la «ventilación emocional es necesaria», asegura la coordinadora de los orientadores.

La última estadística disponible es de 2015. Ese año, ANAR atendió 369.969 llamadas, de las que se acabó con la adopción de medidas por parte de profesionales de la fundación en 8.569 casos de menores. El aumento fue de un 20% respecto de 2014 y la cifra sigue «aumentando un montón», añade la directora. En 2015 se tuvieron que «realizar 727 intervenciones urgentes en 2015, casi dos intervenciones diarias, para poner a salvo a algún menor de edad en situación de riesgo», asegura Benjamín Ballesteros, director de Programas de ANAR.

Tras las formas de violencia, la segunda causa de las llamadas son problemas psicológicos acentuados. De hecho, un 10% de los casos que se atienden en la actualidad son tentativas e ideaciones suicidas y casos de autolesión. «Es ya una moda y una tendencia; a los jóvenes les es muy fácil porque encuentran toda la información poniendo en internet cómo pueden autolesionarse, cómo se ejecutan decapitaciones, suicidios y lo que encuentran es grotesco. Lo comentan incluso entre amigos. Creo que la población no está viendo lo que ocurre puertas adentro», lamenta Díaz. «Con acceso a contenidos de adultos en su mano-remacha Mata- los chavales se han insensibilizado a la violencia».

FUENTE: Por Érika Montñés para abc.es, a 10/02/17, España

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