No importa quién sea. Es sólo una historia más. Pero tal vez te ayude, a ti, que estás leyendo esto, y eso es lo que pretendo; ayudar.

Actualmente tengo 16 años y personalmente puedo asegurar que la peor edad son los 12 a 14 años. La pubertad como se suele decir. Puedo asegurar que para mí fueron unos años nefastos y oscuros. Es una edad en la que estás comenzando a crecer, comienzas a experimentar cambios que ni si quiera tú entiendes, maduras tanto mental como físicamente y eso te choca muchísimo. No sabes qué pensar ni qué sentir. La mayoría de chicos y chicas a esa edad no tienen demasiada autoestima, es algo que aún no entiendo pero es así. Y desgraciadamente tu familia no te puede ayudar. Es algo más profundo. No sabes lo que es pero está ahí, haciéndote daño. Recuerdo esa etapa como la peor.

También se juntó que era una época de la plataforma »Tumblr» y »Ask», en las cuales podías llegar a ver cosas muy fuertes para esa edad. Muchos pensarán que es culpa de los padres por dar un móvil a un niño tan pequeño, pero no es culpa de los padres. Los padres siempre intentan hacer lo mejor por nosotros. Siempre va a haber problemas. Si te dan móvil porque te lo dan, y si no te lo dan porque no te lo dan. El problema está en cómo crean las páginas y cómo dejan que niños tan pequeños sean capaces de meterse en ellas. Recuerdo esa época como una época muy oscura. Ya no sólo en mi vida sino en la vida de los demás en general. Sólo veía a gente triste a mi alrededor, sólo veía lo peor de todo, veía a gente mal, realmente mal, deprimida, tanto en Internet como en la vida real, y también tenía amigas en mi misma situación y eso no ayudaba porque aprendía muchas cosas, cosas que no debería haber aprendido con tan poca edad. Ahora lo pienso y no sé cómo fui capaz de hacerme daño de tal manera. Ahora sería incapaz. Por muy mal que me encuentre, por muy hundida que esté, jamás me haría daño. Jamás. Porque ahora yo estoy por delante de todos. Entonces lo pienso, reflexiono y me digo »estaba realmente mal».

Os preguntaréis el por qué, pero ni yo lo sé. A veces no hay un por qué. Es más, la mayoría de las veces no lo hay. Me sentía vacía, sola, abandonada, me sentía fuera de lugar, sentía que era un perro verde y que nadie me entendía (y lo peor es que nadie, o casi nadie, me daba razones para pensar eso, pero yo aún así lo pensaba). Entonces descubrí la autolesion. No recuerdo cómo pero la descubrí. Y fue como la gran salida a todos mis pensamientos destructivos. ¿Por qué una mente tan pequeñita y con tan poco mundo veía bien hacerse daño?, no lo sé. Pero comencé a hacerlo. Recuerdo la primera vez. No sabía como iba todo esto. Me asusté mucho porque no paraba de salir sangre, ni si quiera me dolía, ni me había relajado, sólo sentía miedo. No recuerdo qué hice. Creo que me puse una venda cuando dejó de salir sangre. Aún sigo teniendo la cicatriz. Más tarde comenzaba a notar la satisfacción. Me lo merecía. O eso es lo que pensaba en ese momento.

Entonces comenzó a ser rutina. Recuerdo que lloraba por todo. Siempre estaba llorando. En primero de la ESO me quedaron 5 asignaturas, y ahí es donde más se vio reflejado mi problema. Pero nadie se daba cuenta. Siempre se me ha dado muy bien fingir. Sonreía y parecía feliz. Lo raro es que no quería ayuda, quería salir de esta sola, me avergonzaba que alguien me tuviera que ayudar. No me gustaba contarle nada mío a nadie. Pero a la vez deseaba que alguien se diera cuenta. Recuerdo que empecé a cortarme la muñeca y a veces no quedaba marca y me daba rabia, y me dañaba más fuerte, para que quedara una herida, para que pudiera verlas cada vez que quisiera. Y me sentía bien mirándolas. Eran bonitas. Me parecían bonitas. Recuerdo que una vez terminé de cortarme y salía mucha sangre y me hice una foto y se la envié a una amiga. Y estuve 3 años con miedo de que esa foto de alguna manera saliera a la luz. Y aún lo tengo, porque todo lo que pasas se queda, y eso quedará ahí para siempre. También recuerdo que un día, en el recreo del instituto llamé a otra amiga y le enseñé mi muñeca. A menudo me remangaba la camisa y dejaba a la vista mis cortes. Cuando hacía exámenes los dejaba al descubierto y llamaba al profesor para »preguntarle una duda». Estaba pidiendo ayuda a gritos. Estaba en silencio pero gritaba histérica que alguien me ayudara. Intentaba llamar la atención de todas las maneras posibles, pero nadie hizo nada. (Algo curioso era que pedía a gritos ayuda y me daba igual que la gente se enterase, pero eso no ocurría en mi casa, en mi casa estaba siempre tensa y con miedo de que se enterasen, era lo último que quería). Agradecía que nadie hiciera nada por mí, porque tampoco quería que hicieran nada. Pero a la vez sí. Y eso me torturaba aún más.

Todo siguió durante mucho tiempo, poniéndome maquillaje en los cortes y saliendo a la calle con una sonrisa. Me gustaba cortarme porque sentía que me lo merecía. Era un castigo para mí, y me ponía feliz saber que me estaba dando el castigo que me merecía. Un tiempo después, mi hermano vino a mi habitación  y me pidió que le hiciera un masaje. Entonces me remangué la camisa, inconscientemente, y él vio los cortes. Me preguntó que qué era eso. Estaba en shock. La primera vez que me lo preguntó le dije, »¿el qué?», porque ni si quiera lo recordaba. Entonces le miré y me estaba mirando la muñequea, y fue cuando la miré yo también y vi todos los cortes en mi muñeca. Entonces todo el mundo se cayó encima de mí. Sólo quería morirme. Nunca lo he pasado tan mal. Es el peor recuerdo que tengo. Sentí vergüenza, humillación. Le dije que no pasaba nada, que no era nada y que no insistiera. Deseé que me diera la razón y que lo dejara ahí, y eso es lo que hizo. Lo dejó ahí, luego me habló por WhatsApp y me volvió a preguntar y yo le contesté lo mismo, y que no lo volvería a hacer, y jamás ha vuelto a decirme nada. Y no sé si esa fue la mejor reacción. No sé si es eso lo que todos deben hacer si se enteran de algo así. Sólo sé que él me hizo caso, y me cedió lo que yo quería en ese momento: que lo olvidara.

Y a partir de ahí no volví a cortarme. El momento en el que me miré la muñequea y vi todos esos cortes lo vi todo diferente. Me di cuenta de lo que había estado haciendo. Y no lo volví a hacer. A veces me resultaba muy difícil pero había sentido tanta vergüenza con mi hermano que no quería arriesgarme a que ese momento pudiera llegar a pasar de nuevo.

Y esa es mi historia. Así fue. Espero que de alguna manera te haya ayudado, gracias por leerme.

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