Casi uno de cada 10 adolescentes se autolesionan sin que ello implique conductas suicidas. Los médicos alertan del fenómeno, que va en aumento y cada vez empieza antes

Armada con la cuchilla de un sacapuntas y con ella misma como única víctima. Una chica de 14 años que se hace cortes en su cuerpo, muchas veces sin que sus padres se enteren, es el perfil del adolescente que se produce “autolesiones no suicidas”. Este fenómeno, que en la práctica son cortes superficiales en brazos y piernas, escarificaciones o en menos casos quemaduras y golpes contra la pared, es una de las tendencias que más preocupa a psiquiatras y psicólogos porque en la última década no ha parado de crecer y, además, cada vez empieza antes.

Lo hacen porque se han peleado con sus padres, porque no saben cómo manejar las emociones, porque sienten ansiedad o incluso porque se aburren

Lo hacen porque se han peleado con sus padres, porque no saben cómo manejar las emociones, porque sienten ansiedad o incluso porque se aburren. Cada vez es más habitual en las consultas de los pediatras, psiquiatras y psicólogos infantojuveniles que lleguen niños y adolescentes con este tipo de lesiones. “Lo más común es que se hagan cortes superficiales en los brazos o la cara interior de los muslos y para nosotros lo más alarmante es que estamos viendo ya a niños de 12 años que no tienen una patología mental grave”, afirma Anna Sintes, doctora en Psiquiatría y Psicología Clínica en el Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona.

Además de los cortes, también son comunes “las escarificaciones que se hacen a base del rascado constante en el mismo sitio y, de forma algo más infrecuente, quemaduras o heridas en los huesos de las manos por dar golpes a la pared”, explica Fernando Delgado, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (Sepypna). Este psiquiatra, que trabaja en un centro público del País Vasco, explica que, para realizarse los cortes, “son muy populares las cuchillas de los sacapuntas, aunque también las cuchillas de afeitar o cualquier objeto punzante, como los bolígrafos”.
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El presidente de Sepypna, que lleva más de 30 años trabajando en este área, asegura que el fenómeno ha ido aumentando en la última década y que ahora “más del 50% de los adolescentes que ingresan en un centro de salud mental se ha producido alguna autolesión, muchas veces como síntoma que acompaña a otro trastorno”. En Sant Joan de Deu también se estudiaron los ingresos durante seis meses “y el 35% se habían autolesionado”, recuerda Sintes.

Delgado subraya también que se trata de un fenómeno mayoritariamente femenino, “son siete u ocho de cada 10”. Un dato que Sintes comparte aunque con un matiz: “Se trata de un dato polémico, porque las chicas son más propensas a hacerse cortes mientras que muchos chicos optan por dar golpes, son más agresivos, y eso no siempre se contabiliza como una autolesión aunque sí lo sea”.

Relajarse o experimentar sensaciones intensas

“Cuando discuto con mis padres, me voy a mi cuarto y me corto”. Esa razón es la que dio recientemente una de sus pacientes a Delgado, aduciendo que cortándose conseguía relajarse: “Normalmente les cuesta explicar por qué lo hacen, aunque es común que digan que les relaja, que les resulta una salida a las tensiones del entorno, ya sea con sus padres o amigos”.

“Hay varios perfiles, pero fundamentalmente están los que tienen problemas de relación con sus padres, los impulsivos que quieren vivir sensaciones intensas, los que lo utilizan para calmar la ansiedad y los que viven las autolesiones como una conducta identitaria sobre el poco sentido de la vida”, explica Sintes, que participa en el Grupo de Estudio y Tratamiento de las Autolesiones (GRETA), creado hace un año entre seis hospitales de Barcelona y el entorno. “Comenzamos hace un año, estamos recopilando datos sobre incidencia, causas e implicaciones. Además acabamos de recibir financiación para desarrollar una aplicación móvil que sirva de atención y ayuda a los adolescentes”.

Aunque actualmente no hay datos concretos sobre la incidencia, en 2014 España participó en el proyecto SEYLE sobre salud mental entre los adolescentes. En este proyecto, que realizó distintos estudios, se elaboró una encuesta entre 11.000 europeos -de los cuales 1.100 eran españoles – sobre las autolesiones no suicidas en distintos institutos. Casi uno de cada 10 había tenido algún comportamiento de este tipo.

En el alto porcentaje que revela la encuesta hay que diferenciar entre dos tipos. “Para evaluar la gravedad hay que distinguir los que se producen de forma esporádica y enseguida se entera la familia de los que se asocian a otros problemas escolares o familiares más graves”, explica Delgado. Él cree que en los casos en los que sucede en alguna ocasión puntual “se puede tratar de algo evolutivo y que el propio adolescente resuelve sin ayuda”.

“Es en cierta medida como los porros. A muchos les puede resultar atractivo probarlo”

“El riesgo está sobre todo en que el comportamiento se cronifique. Porque al principio y si hay sangre se suelen asustar, pero si le pierden el miedo, entran en la dinámica de las redes sociales… empiezan a encontrar placer en el control de las emociones a través del cuerpo”, explica Delgado, que habla de una especie de “enganche” con el que coincide Sintes. “Es en cierta medida como los porros. A muchos les puede resultar atractivo probarlo, y la conducta puede resultar eficaz como salida a sus problemas o relajación, de modo que si hay un problema de fondo puede facilitar que la conducta persista y se agrave”, dice la especialista del Sant Joan de Deu.

La punta del iceberg

Para entender este fenómeno –o para visualizarlo– sirve entrar en la red social Instagram. Con el hashtag #autolesion o #selfharm se encuentran miles de imágenes de adolescentes con marcas de haberse cortado o heridas sangrantes, y textos trufados de erratas. “Las redes sociales facilitan la exhibición de estas conductas igual que pasa, por ejemplo, con los trastornos alimentarios”, apunta Delgado.

Sintes también otorga un papel “dramático” a las redes sociales: “Lo que se ve mucho se le pierde el miedo, lo hacen influencers a los que los jóvenes quieren imitar y fomentan aún más que el fenómeno se extienda”.

Un ejemplo de esto fue en 2015 #Cut4Zayn. Uno de los componentes del grupo One Direction, muy popular entre las adolescentes, anunció su marcha del grupo y provocó una oleada de autolesiones que se extendió por Twitter con el hashtag #Cut4Zayn (cortarse por Zayn). Aunque en aquel momento se cuestionó si era un bulo, lo cierto es que muchas jóvenes vieron los más de 90.000 mensajes con el hashtag y fueron animadas a autolesionarse.

A Sintes también le preocupa la proliferación de grupos de whatsapp “donde estos jóvenes comparten mensajes muy pesimistas sobre la vida y se incentivan este tipo de conductas. Pero no podemos tratar de evitar la tecnología y es precisamente por eso por lo que hemos pensado en desarrollar una aplicación que les permita desde su teléfono consultar con especialistas y herramientas para superar este problema”.

La solución, buscar el problema de fondo

Ya sea por un problema de más gravedad o una conducta puntual, los especialistas recomiendan tomar el problema en consideración y en ningún caso banalizarlo o ignorarlo. “Esto nunca es un juego. Es su forma de comunicar, errónea por supuesto, algo al entorno. O también puede ser el preludio de algo más grave, aunque no siempre”, indica Delgado.

Entre lo que pueden querer comunicar, estarían inseguridades, vacío, soledad, un problema de acoso o injusticia. “Suele haber siempre un acontecimiento vital estresante que les ha producido ansiedad”, incide Sintes. Ambos expertos recomiendan acudir de inmediato al pediatra, que será quien derive al especialista conveniente. “El psiquiatra o psicólogo tendrá que sentarse con el niño a ver qué pasa, descubrir qué hay detrás. Y en función del problema habrá que recomendar psicoterapia o, en menos casos, algún fármaco”, explica Delgado.

Los padres juegan un papel fundamental en estos casos. “No quiere decir que tengan culpa de lo que ha ocurrido, al menos en el origen. Pero sí serán determinantes en que el problema se mantenga y tienen que insistir en la comunicación”, explica Sintes. A la familia hay que pedirle que busque también si puede haber otros comportamientos a través de los que el adolescente quiera comunicar algo, porque el problema de origen es lo que realmente importa y si no se elimina, aunque se pare la conducta autolesiva, en otro momento volverá a florecer, con autolesión o con otro tipo de problema”, concluye Delgado.

FUENTE: Por Cristina Castro para elindependiente.com

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