Causas

 Antecedentes: Trauma del pasado / Invalidación

Van der Kolk, Perry y Herman (1991) realizaron un estudio con pacientes que se cortaban y presentaban conductas suicidas. Encontraron que la existencia de abuso físico o sexual, negligencia física o emocional, y condiciones familiares caóticas durante su infancia y adolescencia, fueron componentes que permitieron predecir de manera confiable la cantidad y severidad del corte.

Concluyeron que la negligencia es el componente más poderoso para predecir conductas auto-destructivas.  Esto implica que aunque traumas de la infancia contribuyen fuertemente a la iniciación de conductas auto-destructivas, la falta de relaciones y apegos que brinden seguridad y confianza hacen que la conducta se mantenga. Los sujetos que no se acordaban de niños sentir que eran especiales o queridos por alguien, como adultos fueron menos capaces de controlar su conducta auto-destructiva.

Mientras más temprano en la edad del paciente se dé el abuso, lo más probable que el sujeto se corte y ésta sea más severa.

En el mismo reporte, van de Kolk et al. hacen notar que la disociación y la frecuencia de experiencias disociativas parecen estar relacionadas con la presencia de actos de autolesión. La disociación en adultos ha sido relacionada con abuso, negligencia y traumas en la infancia. La teoría de que el abuso físico o sexual o el trauma son antecedentes importantes para la autolesión, también es expuesta en un artículo de 1989 del “American Journal of Psychiatry”. Greenspan y Samuel presentan tres casos en el que mujeres que aparentemente no tenían ningún antecedente psicopatológico, presentaron conducta de autolesión después de una violación traumática.

Más en ¿Qué es un Trauma?

Invalidación independiente del abuso

Aunque el abuso físico o sexual y la desatención podrían precipitar conductas de autolesión, no implica que la inversa ocurra: muchos de los que se hacen daño no sufrieron ningún abuso en su infancia. En 1994 en un estudio realizado por Zweig-Frank et al. se demostró no haber relación alguna entre abuso, disociación y autolesión entre pacientes diagnosticados con el trastorno de personalidad limítrofe.  Un estudio subsiguiente de Brodsky et al. (1995) indicó que el sufrir abuso como niño no implica que como adulto presente disociación y conductas de autolesión.

Debido a estos estudios y otras lecturas, se puede decir que hay una característica presente en la gente que se hace daño que no está presente en los que no lo hacen, y la causa es algo más sutil que el haber sufrido abuso en la infancia.

Linehan (1993ª) explica que la gente que se autolesiona (automutila) ha crecido en “ambientes de invalidación”.  Aunque un hogar donde se presenta abuso existe la invalidación, también se presenta en otras situaciones “normales”. Un ambiente de invalidación es aquél donde la comunicación de experiencias privadas e íntimas es recibida por respuestas erráticas, inapropiadas o extremas.  En otras palabras, lo dicho de una experiencia íntima o privada no es validado, en su lugar es castigado y/o trivializado.  La experiencia de emociones dolorosas es negada.  La interpretación que hace el individuo de su propia conducta, incluyendo la intención y motivación de la misma, es descartada.

La invalidación tiene dos características principales.  La primera es que le dice al individuo que está mal  y equivocado tanto en su descripción como es su análisis de su propia experiencia, particularmente en su punto de vista de lo que está causando sus emociones, creencias y acciones.  La segunda, el individuo atribuye su experiencia a rasgos de personalidad que no son socialmente aceptados.

Las respuestas que invalidan pueden ser de diferentes formas:

“Estás enojada pero simplemente no lo admites”
“Dices que no pero lo que realmente quieres decir es sí, yo te conozco”
“Tu lo hiciste (algo que realmente no hiciste).  Deja de mentir”
“Estás hipersensible”
“Simplemente eres una floja”
“No voy a dejar que me manipules de esa forma”
“Anímate, déjalo ir.  Tú lo puedes sobrepasar”
“Si vieras el lado positivo de las cosas y dejaras de ser un pesimista …”
“No estás tratando lo suficiente”
“Vas a ver, si quieres llorar te voy a dar algo por qué realmente llorar”
“¡Ah! Así es la vida (y sigue como si no hubieras dicho nada)

< p style="text-align: justify;">Todos tenemos la experiencia de haber sido invalidados en algún momento, pero para las personas que crecieron en ambientes de invalidación, estos mensajes los recibían constantemente.  A lo mejor los padres tenían buenas intenciones pero se sentían tan incómodos con las emociones negativas que no permitían que sus hijos las expresaran, dando como resultado una invalidación no intencional.  La invalidación crónica puede llevar a la auto-invalidación y auto-desconfianza a nivel subconsciente, y al sentimiento de “yo no importo” que van der Kolk et al. describieron.

Consideraciones Biológicas y Neuroquímica

Las investigaciones que se han realizado bajo este rubro, consideran la hipótesis de que la autolesión (automutilación)  resulta de una disminución de neurotransmisores cerebrales necesarios.  Este punto de vista está justificado por la evidencia encontrada por Wichel y Stanley (1991).  Ellos descubrieron que aunque los sistemas de dopamina y de opioide no están implicados en la autolesión, el sistema de serotonina sí lo está.

Drogas que logran que llegue más serotonina al cerebro parecen tener cierto efecto en la conducta de autolesión. Wichel y Stanley plantean la hipótesis de una  relación entre este hecho y las similitudes clínicas entre el trastorno obsesivo-compulsivo (que se sabe que se le puede ayudar con drogas que aumenten los niveles de serotonina) y conductas de autolesión.  Se dieron cuenta que algunas drogas que estabilizan el estado de ánimo (como Tegretol, Depakote) pueden estabilizar la conducta de hacerse daño.

Coccaro et al. (1997c) han realizado estudios para ver si el sistema de serotonina está implicado en la conducta de autolesión.  Encontraron que la irritabilidad es la conducta central correlacionada con la función de serotonina, y que el tipo de conducta agresiva que se muestra en respuesta a la irritabilidad parece ser dependiente de los niveles de serotonina.  Si los niveles de serotonina son normales, la irritabilidad se expresa gritando, aventando cosas, etc.  Si los niveles de serotonina son bajos, la agresión aumenta y la respuesta a la irritación va en escalada hacia la autolesión, el suicidio o atacar a otros.

Simeon et al. (1992) hallaron que la conducta de autolesión estuvo considerablemente correlacionada negativamente con el número de sitios de unión de la imipramina en plaquetas (los autolesionadores tienen menos sitios de unión de imipramina en plaquetas, un nivel de actividad de la serotonina) y observan que esto “puede reflejar disfunción serotonérgica central con inhibición pre-sináptica de la liberación de serotonina. . . . La disfunción serotonérgica puede facilitar la autolesión”.

Cuando estos resultados son considerados a la luz de trabajos como el de Stoff et al. (1987) y Birmaher et al. (1990), que vinculan los números reducidos de sitios de unión de la imipramina en plaquetas con la impulsividad y agresión, parece que la clasificación más adecuada para la conducta de autolesión podría ser un desorden del control de los impulsos similar a la tricotilomanía, cleptomanía, o juego compulsivo.

Herpertz (Herpertz et al, 1995; Herpertz y Favazza, 1997) ha investigado la forma en que los niveles de prolactina en la sangre responden a dosis de d-fenfluramina en sujetos que se autolesionan y sujetos que no lo hacen. La respuesta de la prolactina en los sujetos autoesionadores fue deficiente, lo cual “sugiere un déficit en toda, y principalmente, la función central pre-sináptica 5-HT (serotonina)”. Stein et al. (1996) hallaron un déficit similar en la respuesta de prolactina en el desafío a la fenfluramina en sujetos con trastorno compulsivo de la personalidad, y Coccaro et al. (1997c) hallaron que la respuesta de prolactina variaba inversamente con las puntuaciones en la escala de “Historia de Vida con Respecto a la Agresión”.

No está claro si estas anormalidades son causadas por experiencias de trauma/abuso/invalidación o bien si algunos individuos con este tipo de anormalidades cerebrales tienen experiencias traumáticas que les imposibilita aprender maneras efectivas de manejar situaciones estresantes, y por ende, sienten que tienen poco control sobre lo que les pasa y acaban por recurrir a la autolesión como mecanismo de sobrevivencia.

Saber cuando Parar – el Dolor no es un factor

Muchos de los que se autolesionan (automutilan) no logran explicar bien su conducta, pero lo que sí saben es cuando parar una sesión de autolesión.  Después de cierta cantidad de heridas, su necesidad o desesperación es de alguna manera resuelta, y la persona se siente tranquila, calmada, en paz.  Únicamente el 10% de los encuestados por Conterio y Favazza (1986) reportaron sentir “mucho dolor al lesionarse; el 23% reportaron dolor moderado, y el 67% reportaron tener poco o nada de dolor.  En un estudio (Richardson y Zaleski, 1986) se les dio a los autolesionadores Naxolone, una droga que bloquea la acción de la reducción de dolor de las endorfinas producidas naturalmente por el cuerpo.  Los resultados indican que no fue efectiva, es decir, seguían reportando sentir poco o nada de dolor.  El dolor no influye en parar las lesiones.  Haines et al. (1995) encontraron que la reducción de tensión psico-fisiológica es el propósito principal de la autolesión.  Cuando cierto nivel de tranquilidad fisiológica se logra, el autolesionador ya no siente la urgencia de hacerle daño a su cuerpo.  La falta de dolor puede ser debida a la disociación que ocurre en el momento, o bien en que la autolesión sirve para poder enfocarse al 100% en algo concreto y el resto de los estímulos son bloqueados, incluyendo el dolor físico y emocional.

Condicionamiento Operante

Es importante tener en cuenta que las explicaciones basadas en el condicionamiento operante son relevantes cuando se trabaja con la autolesión estereotipada (personas con retraso mental, autistas, psicóticos), y menos útiles con conductas episódicas o repetitivas.

Para explicar la autolesión en términos de condicionamiento operante, se parte de dos paradigmas.  Uno es el que los individuos que se autolesionan tienen un reforzamiento positivo al llamar y obtener la atención, y por ende tienden a repetir estos actos.  Una de las implicaciones de esta teoría es que la estimulación sensorial asociada al auto-daño podría servir como reforzador positivo y en consecuencia ser un estímulo para el auto-abuso en el futuro.

El otro paradigma plantea que los individuos que se autolesionan lo hacen para remover estímulos adversos o condiciones desagradables (emocionales, físicas). Este paradigma de reforzamiento negativo, tiene eco en una investigación que indica que la intensidad de la autolesión puede incrementar al incrementar la “demanda” de la situación.  De hecho, la autolesión es una manera de escapar de un dolor emocional intolerable.

Contingencias Sensoriales

Una de las hipótesis más comunes es que la gente que se hace daño están tratando de mediar los niveles de de los estímulos sensoriales.  La autolesión puede incrementar la sensación sensorial (se reporta que las personas al hacerse daño se sienten más “reales”) o disminuirla al enmascarar un input sensorial que es inclusive más estresante que la autolesión.

Esto está relacionado con lo que Haines y Williams (1997) encontraron: la autolesión (automutilación)  provee una liberación dramática de una tensión / estimulación fisiológica.  Cataldo y Harris (1982) concluyen que las teorías de estimulación sensorial, aunque satisfactorias en su parsimonia, requieren tomar en cuenta las bases biológicas de estos factores.

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