James Rhodes, concertista de piano.

40 años. Nací y vivo en Londres. Irónicamente me licencié en Psicología. Estoy felizmente casado con Hattie y tengo un hijo (12) de mi anterior matrimonio. En política necesitamos mucha más bondad, compasión y creatividad y mis creencias se reducen a ser amable, bueno e intentar hacer lo correcto.

¿Por qué cuenta su historia?

Yo quería hablar de música, escribir una carta de amor a mi hijo y a Hattie, y hablar de esas cosas de las que a la gente le cuesta hablar, pero que ya es hora. En el Reino Unido pocos adultos que sufrieron abusos lo cuentan. Y todavía hay mucho estigma alrededor del tema de las autolesiones, el suicidio y la salud mental. Hay que hablar de ello.

Hablemos: abusaron de usted repetidamente durante cinco años.

Sí, entre los 6 y los 10 años, el profesor de educación física. Aquellas violaciones continuas me produjeron daños físicos. Me tuvieron que operar varias veces de la parte baja de la espalda y mis músculos ya no respondían: me cagaba encima. El cuerpo nunca olvida.

¿Y las consecuencias psicológicas?

Falta de confianza en mí y en los demás, odio hacia mí mismo, fracasos en las relaciones, ganas de hacerte daño, tics, depresión, paranoia, vergüenza, etcétera, etcétera.

¿Vergüenza por qué?

Piensas que fuiste cómplice de los abusos, te sientes culpable de ellos y de los efectos de tus problemas mentales en los que quieres.

¿Una madre no percibe los abusos?

Les pasa todos los días a cientos de miles de niños. A mí me ocurrió a principios de los años 80 y hubo profesores que sí lo intuían porque a menudo me veían sangrando, pero el mecanismo de negar lo que estás viendo es muy potente.

¿Y su madre?

Mi madre era muy joven e ingenua.

¿A qué edad empezó a beber?

A fumar a los 6 con mi abusador y con las drogas y el alcohol a los 12 . Pero conseguí, pese a que yo quería ser músico y mis padres se negaron, sacarme Psicología con un notable. Caí en el error de creer que aquello se superaba olvidándolo.

¿A qué conclusiones ha llegado?

Que somos más fuertes de lo que pensamos y que lo más importante es hablar de lo que te acongoja, algo que yo no hice durante años. El miedo a que no te crean o que te ignoren te inhibe. Me habría ahorrado mucho dolor si me hubiera centrado en resolver mis problemas.

¿Cómo abandonó las drogas y el alcohol?

A los 18 años ingresé en mi primer hospital psiquiátrico y empecé a ir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, así cambié las drogas ilegales por las legales.

¿Por cuántos psiquiátricos ha pasado?

Cinco. Algunos eran espantosos, te tenían incomunicado, drogado todo el día, babeaba, coordinaba mal los movimientos… pero me mantuvieron con vida cuando yo quería matarme.

Supo engañar a psiquiatras y psicólogos para que le soltaran de unos cuantos.

Cuando has visto unos cuantos sabes exactamente qué quieren oír.

¿Qué le hacía recaer?

La rabia, la vergüenza y el miedo, la convicción de que era una batalla perdida.

Pero usted luchaba, tenía un hijo al que adoraba y una mujer.

Por un lado quería morirme, por el otro no quería hacerle eso a mi hijo. Cuando mi hijo cumplió la edad en la que yo empecé a ser violado todo se desmoronó, mi cerebro se colapsó, algo que no te cuentan pero que ocurre.

¿Por qué mantuvo relaciones destructivas con hombres mayores?

A los 10 años ingresé en un internado y salí a los 18 con la sensación de tener 68. Me duele decirlo, pero lo que buscaba era afecto e intimidad, y creía que lo único que podía ofrecer a los demás era sexo, que para mí era tan sencillo y frío como tomarme un café y lo hacía drogado.

Pudo cortar con eso, ¿cómo lo hizo?

Acabó tras salir del primer hospital psiquiátrico y dejar el alcohol y las drogas. Encontré trabajo en la City, me casé, tuve a mi hijo y me entregué a ello a fondo. Intenté pasar página.

No fue suficiente.

No puedes escapar de algo así, te has de enfrentar y procesarlo. Topé en internet con el tema de las autolesiones, lo probé y me enganché.

Puestos a autodestruirte, qué más da las drogas o hacerte cortes…

No tienes sobredosis y las cuchillas son baratas y fáciles de comprar. En el Reino Unido es una auténtica epidemia. Pero la autodestrucción en nuestras sociedad es, en mayor o menor medida, algo muy recurrente. Todos estamos muy dañados, va todo muy deprisa, vivimos demasiado pendientes del afuera. Básicamente es más fácil vivir mal (comer mal, beber, fumar, buscar sexo fácil a través de internet…) que vivir bien. Vivir bien requiere un esfuerzo.

Narre el poder que ha tenido la música clásica sobre usted.

Ha sido la certeza más definitiva de mi vida. Con siete años encontré en casa una casete con la Chacona de Bach y Busoni y fue un consuelo inesperado, un refugio. Ese amor no dejó de crecer en mí. Años más tarde un viejo amigo me envió al psiquiátrico un iPod mini dentro de una botella de champú con una pieza de Bach. Y de nuevo la música lo cambió todo.

Nadie se convierte en concertista de piano a los 34 años sin tener una carrera detrás.

Es una locura. Entre mis salidas y entradas en los psiquiátricos estudié con algún maestro. Luego, de forma casual conocí a mi mánager, grabamos un disco y surgieron los conciertos.

¿Qué ha entendido de la vida?

Que si todos fuéramos más amables y tuviéramos más compasión por los demás, los tratáramos mejor, las cosas sólo podrían mejorar.

FUENTE: Por Ima Sanchís para Lavanguardia.com en Diciembre de 2015

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