La recopilación de Autolesion en la literatura era mia, la que puse en el foro de autolesion.com. He encontrado otros tres libros más donde sale el tema:
«Marina» de Carlos Ruiz Zafón. Parece ser que a este escritor la autolesión le da mucho juego en sus libros…
«Cuando murió, mamá me entregó sus útiles de afeitar y su petaca de cuero, y me enseñó dónde los guardaría hasta que yo creciera. Esa noche me colé en el cuarto, abrí silenciosamente el armario y robé la navaja barbera. La palpé con cuidado y me di un tajo en el muslo y otro en el barzo derecho. Durante mucho tiempo me levanté cada noche para abrirme una herida nueva, y nunca lloré. Pero cuando le recordaba lloraba.»
«Amor, curosidad, Prozac y dudas» de Lucía Etxeberría
Esta escritora siempre habla de las adicciones, del alcohol, del sexo, de la noche, de la autodestrucción…ya me parecía raro que no hablara de la autolesión en alguno de sus libros hasta que me leí éste.
«Había una enorme mancha roja sobre los azulejos blancos. Brillaba muchísimo y parecía palpitar, como si estuviera viva, y es que estaba en perpetuo movimiento, porque era una mancha de sangre aún fresca, roja, brillante, líquida, sin solidificar. Había sangre por todas partes. Los azulejos blancos aparecían salpicados de motitas carmesí, y el papel higiénico teñido de escarlata. Cuando me fijé bien reparé en que Cristina, que iba en camisón, estaba cubierta de sangre de cintura para abajo, y lo primero que pensé es que tenía el período, porque supongo que ésa es una de las cosas que nos diferencian a hombres y mujeres: que los hombres ven sangre y piensan en violencia y nosotras vemos sangre y pensamos en óvulos desperdiciados o en niños no nacidos. Pero no se trataba ni de lo uno ni de lo otro, sino que la chalada de mi hermana pequeña había estado todo aquel tiempo haciéndose cortes en las piernas con una cuchilla de afeitar. No caí en la cuenta hasta que vi la cuchilla en la mano y me fijé bien en sus muslos, llenos de arañazos, por los que la sangre fluía como si fuese salsa de tomate rezumando de una jarra rota.»
«No me cabía en la cabeza cómo había sido capaz de hacerse aquello y lo curioso es que lo primero que pensé cuando lo vi no fue que mi hermana estuviera loca ni nada por el estilo, sino que hacía falta mucho valor para ser capaz de ignorar de semejante manera el propio dolor. Entonces mi hermana se sentó en el borde de la bañera y se secó las lágrimas de la cara, con lo que sólo consiguió embadurnársela de rojo, porque tenía las manos ensangrentadas […]Intentó explicarme que se hacía daño porque no podía aguantarse a sí misma y que se odiaba, y no hacía más que quejarse de mi madre».
«El pozo de los mil demonios» de Andreu Martín. Este libro es juvenil, de «barco de vapor», pero es curioso el hecho de que salga la autolesión sin proponérselo.
«En lo alto de la roca donde dormía guardaba las piedras afiladas, preparadas para el día del sacrificio. Las había probado en su propio cuerpo alguna vez, para ver si cortaban, y también un poco para comprobar que aún estaba vivo. Pero la señora le había ordenado que no se cortara nunca más y él había obedecido»
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