En el último tiempo son varios los expertos que advierten una escalada de casos de autoagresión y angustia en chicos que no superan los 18 años. Razones de una tendencia en preocupante ascenso.
M.D tiene 17 años y hace dos meses fue internado en una clínica de La Plata luego de que le descubrieran las muñecas y el antebrazo con varios cortes. Se los había hecho él mismo con una trincheta pero cuando su madre le preguntó por qué la única respuesta fue el llanto. Un largo llanto. Medicado y con tratamiento psiquiátrico, M.D desistió de ir al viaje de fin de curso que tenía planeado para este año y su diagnóstico es el de tantos chicos de su edad en este último tiempo: depresión. “Ahora está mejor pero pasa mucho tiempo solo -cuenta la madre, quien se sacó una carpeta médica en la administración provincial para estar más cerca de su hijo-. Todavía no me sabe decir por qué se hizo esos cortes ni qué lo angustia. En la familia no tenemos grandes problemas como para que él esté así, pero el doctor me dice que a su edad es cada vez más común, e investigando por internet me enteré incluso que lo de los cortes en el brazo es una conducta que muchos chicos se hacen como si fuera una moda…”
Necesidad de ser escuchados, de romper con las reglas establecidas, miedo a la no aceptación y sentimientos de abandono o desprotección, son algunas de las razones que esgrimen los expertos.
No hace falta ser sociólogo para observar, en el transcurso del siglo XXI, una importante cantidad de mutaciones en las conductas de los chicos actuales. Lo que se avisora como un fenómeno incipiente lo confirman distintos profesionales de la salud mental: cada vez se diagnostican más cuadros depresivos en pibes que no superan los 18 años. Lo que representa un tema aún de debate en el ámbito médico son los motivos. ¿Por qué? O en todo caso: ¿qué nos están diciendo esos chicos que se lastiman y padecen una angustia tan grande y desoladora que no pueden transmitir con palabras?
Puede ser un agobio insoportable que no deja salir del cuarto o incluso levantarse de la cama. Puede ser un dolor que no se sabe de dónde viene o hasta una angustia que lleva a cortarse la piel como en una señal desesperada. Pueden ser varios los síntomas pero sus víctimas resultan cada día más jóvenes. “La depresión adolescente no es algo nuevo -advierte el médico clínico Diego Consola-, pero ahora se hace mucho más visible y de diferentes maneras: un chico que se corta las muñecas y se saca una foto para subirla a internet, una chica con bulimia y anorexia nerviosa o un pibe que se la pasa encerrado y no quiere ver a nadie son todos casos distintos pero con un cuadro depresivo como telón de fondo. ¿Por qué sucede? No creo que haya una razón sino varias, pero es evidente que lo que empezó como una cuestión que antes lo atendía una parte acaso acomodada de la sociedad es por estos días un problema que amenaza con convertirse en epidemia”.
El aumento de la esperanza de vida, el mayor nivel de estrés de las sociedades occidentales y el consumo de sustancias tóxicas son algunos de los factores que explican ese crecimiento. Pero también la crisis económica. Un estudio realizado por la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental en pacientes que acudieron a Atención Primaria entre 2007 y 2011, de hecho, detectó un aumento del 10% de trastornos de ansiedad o depresivos, que estaban muy relacionados con problemas de hipotecas o desempleo.
Acaso para reforzar aún más este complejo panorama sanitario, quienes atienden la problemática añaden otro dato que no deja de inquietar: la enorme cantidad de adolescentes que en los últimos años se volvieron consumidores de antidepresivos o pastillas para dormir y calmar la ansiedad. Si bien en nuestro país no hay cifras oficiales sobre este aspecto y mucho menos que incluyan a este sector etario, según la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), en abril del año pasado se vendieron 14.680 cajas de antidepresivos más que en el mes anterior.
UN DOLOR, VARIOS CORTES
Asomarse a la Web asusta cuando uno ingresa en el buscador algunas palabras. Self-injuri es una, acaso la “más suave”. Pero hay otras que traen resultados que, según aconsejan los expertos, es mejor no replicar. ¿De qué se trata? De adolescentes explicando cómo cortarse, cómo quemarse alguna parte del cuerpo, cómo clavarse algo, cómo lastimarse la cara, las manos y hasta los genitales. Vemos chicos mirando a cámara y contando cómo imprimirse dolor físico para calmar el dolor espiritual.
Hace poco, un grupo de investigadores belgas y británicos elaboró un informe -publicado en el British Journal of Clinical Psychology- sobre los factores que predisponen a este tipo de comportamiento. Para ello, estudiaron a 490 adolescentes de entre 16 y 19 años. “Los trabajos teóricos y clínicos indican que, primeramente, la autolesión constituye una estrategia para regular las emociones. También cumple con el papel de solicitar ayuda a los demás”, explicó Moïra Mikolajczak, del departamento de Psicología de la Universidad Católica Louvain en Bélgica y autora principal del estudio.
Para la especialista, los mecanismos “por los que se produce la automutilación todavía no están claros, pero parece que funciona a través de tres trayectorias: la anulación de las emociones no deseadas (como fórmula para distraerse de sentimientos intolerables); su materialización (hacer que la emoción se convierta en dolor tangible) y su transformación (la autolesión provoca la relajación de endorfinas, lo que ocasiona cierta ‘analgesia’ que provoca una sensación de bienestar)”.
Por estos lados el panorama no parece muy diferente: lo que comenzó como algo aislado en algunos colegios de Mendoza, el norte del país y el Gran Buenos Aires, se convirtió ya en los primeros meses de este año en una tendencia que despertó la inquietud y el temor de varios directivos y docentes de nuestra región, muchos de los cuales admiten que cada vez son más los alumnos de los primeros años del secundario que, acorralados por severos cuadros de angustia y depresión, se someten a lo que comunmente se conoce como “cutting”, un fenómeno mundial al cual recurren algunos chicos con la idea de externalizar un sentimiento que de otra manera no pueden ni saben expresar.
Lejos de ser una moda, el “cutting” -cortarse la piel, sobre todo las muñecas- guarda en sí diferentes mensajes que, más allá de las heridas físicas, dan cuenta de otras necesidades que merecen la atención y reflexión por parte de los adultos. “Vemos que este fenómeno creció notablemente entre los adolescentes y se dan mas casos en las aulas de toda la Provincia”, apunta la licenciada en educación y consultora psicológica Carolina Nogueira, autora del libro “Desanudando silencios” y quien fue convocada hace unas semanas por autoridades del Sadop bonaerense para capacitar a docentes y dar charlas entre padres y alumnos ante la escalada de casos locales.
“El cutting consiste en la autolesión infligida con el objetivo de causar dolor físico -apunta Nogueira-. En las escuelas se observa cada vez con más frecuencia que los adolescentes recurren a marcarse brazos, piernas u abdomen con cualquier objeto punzante que tengan a mano, que va desde una regla afilada hasta una trincheta”.
Necesidad de ser escuchados y de expresar un insoportable dolor psíquico, de romper con las reglas establecidas, disconformidad, miedo a la no aceptación y sentimientos de abandono o desprotección, son algunas de las razones que esgrimen los expertos a la hora de intentar explicar un fenómeno que no para de crecer y que tiene a chicos de entre 13 y 17 años como sus principales protagonistas.
“Este fenómeno tiene además la característica de ser difícil de detectar -explica Nogueira- ya que generalmente se esconden las lesiones debajo de la ropa, en sitios del cuerpo que pueden permanecer ocultos a la vista de los demás. Si bien no existen estadísticas oficiales sobre el tema, es muy común que estos casos se presenten durante los primeros años de la adolescencia y que se de con mayor frecuencia en las chicas que en los chicos”.
En las escuelas se observa cada vez con más frecuencia que los adolescentes recurren a marcarse brazos, piernas u abdomen con cualquier objeto punzante que tengan a mano.
Así como el siglo XX parecía tener varias etiquetas y entre ellas la de la ansiedad como uno de sus principales males, el XXI, al decir de los profesionales de la salud mental, va teniendo la suya: la de la depresión. Los datos internacionales, de hecho, demuestran que cada nueva generación tiene más riesgos que sus padres de sufrir una depresión importante. Esos informes consideran la depresión como una verdadera “enfermedad social”. Afirman incluso que después de la sociedad industrial y la del ocio ha llegado la “sociedad depresiva”. La depresión, como “mal del siglo”, es producto del estrés, del hastío y de la falta de ideales de la sociedad contemporánea.
“Y en ese contexto los chicos no pueden quedar al margen ni salir intactos -aporta Consola-. En el consultorio vemos muchos nenes que llegan por aparentes cuadros de fatiga o anemia cuando, en realidad, lo que están escondiendo son severos cuadros depresivos”.
Lo que dice el experto entra en sintonía con los datos difundidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según los cuales la depresión es la principal causa de enfermedad entre chicos de 10 a 19 años y, además, la tercera causa de muerte entre este grupo etario.
Que la depresión avanza no es ninguna novedad, lo que es nuevo, dice la propia OMS, es que en la última década la depresión aumentó en los chicos . “El número de niños y adolescentes, de 12 a 25 años, que padecen depresión es tan alto como en los adultos, el problema es que no se detecta porque no hay conciencia de su real incidencia”, aseguran desde el departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS. “Los síntomas que afectan a jóvenes y adultos son diferentes, pero la enfermedad es la misma. Por eso el personal sanitario no lo percibe con facilidad ”, precisan.
FUENTE: Eldia.com